La ganadería sufre la subida de precios
Los productores de cereal venden más caro que nunca y el sector ganadero está sufriendo sus consecuencias, llegando hasta un punto en el que el riesgo de colapso en la producción alimentaria es real. La escalada del precio venía amenazando antes de comenzar la guerra de Ucrania, llegando la tonelada de trigo a los 290 euros y la de maíz a 270. Sin embargo a raíz del conflicto los precios de referencia se sitúan ya por encima de los 400 euros la tonelada. En este nuevo contexto, desde que comenzó la guerra alimentar una cabeza de ganado durante todo el proceso de producción supone un aumento del coste de entre 300 y 400 euros. Y todo ello dejando de un lado la subida del precio de la luz u otros recursos necesarios.
Una respuesta local
En un mundo globalizado, un conflicto que sucede a 3.000 kilómetros de distancia de Zubillaga Hiltegia, puede tener una notabilísima repercusión sobre la organización. Actualmente, un gran número de ganaderías de Euskal Herria alimenta sus animales con cereales provenientes de la estepa ucraniana, principalmente debido a su modelo de producción libre de transgénicos. Este encarecimiento de la producción cuenta con un riesgo evidente, la posibilidad de que la misma se retraiga, algo que directamente influiría en el volumen de trabajo que organizaciones como el Servicio de Sacrificio y Despiece Zubillaga-Oñati.
En estos momentos, la otra cara de la moneda la encontramos en pequeños cultivos del sur de Euskal Herria, donde sigue habiendo trigo y cebada suficiente por el momento. La escalada de precios del cereal extranjero está suponiendo que sus ventas aumenten, pero esta situación supone también para ellos un arma de doble filo. Si debido al aumento del coste global de la producción de ganado, la misma se reduce, corren el riesgo de que su clientela se vea considerablemente reducida.
Por ello, sobre todo a largo plazo, urge establecer un modelo de producción equilibrado y mayoritariamente local, en el que el modelo productivo sea más controlable por aquellos agentes que realmente componen la cadena de valor de la carne, pudiendo escapar de los intereses de multinacionales.